Lo que quiero ahora
Magazine 19/01/2012
Por Ángeles Caso
Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mi, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sana que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación- de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te sales pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan solo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener mi libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorado cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñado de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Solo quiero eso. Casi nada. O todo.
Hoy, una amiga, me ha enviado este magazine de Ángeles Caso, me ha parecido no solo precioso sino que parece escrito con mi sentir y mi pensamiento, aunque yo no lo hubiera expresado tan bien, pero estoy plenamente de acuerdo, no se si estaremos ambas en la misma etapa de la vida, pero siento lo mismo.
Es una pena que a estas conclusiones llegue uno después de una larga andadura por la vida, aunque confieso que en mi caso hace mucho que comparto este sentir.
El mundo funcionaria mucho mejor. El mundo es inmenso, la naturaleza muy sabia y creo que tiene los suficientes recursos para que si no fuera por la avaricia desmedida de unos cuantos, que creen van a multiplicar la edad de Matusalén, todos podríamos vivir al menos con lo necesario.
Nadie de los que vienen a este mundo debería tener menos de lo necesario, aunque siempre está que el esfuerzo mejora situaciones pero no de forma desmedida.
Se ha comprobado que, el dinero no da la felicidad, puede.... en alguna ocasión ayudar, pero hay cosas que no pueden comprarse por mucha riqueza que una posea
Debemos reflexionar, y en mi opinión luchar porque la sociedad en la que nos ha tocado vivir sea algo mas justa, seria una buena herencia para los que nos sigan
No hay comentarios:
Publicar un comentario