"Dafne
era una ninfa muy bella, hija del rio Peneo, y no quería contraer matrimonio
porque quería conservarse virgen y dedicarse a la caza, igual que la diosa
Diana. Un día, el dios Apolo, que era el dios de la belleza (por lo que debía
ser muy atractivo), la vio y se enamoró perdidamente de ella; pero ella, fiel a
su promesa de soltería, le rechazó. El dios, que no estaba acostumbrado a las
negativas, la cortejó sin descanso. Ella, que no quería nada con él, salió
corriendo por el bosque, huyendo de su fogoso pretendiente. Esto era lo último
que le faltaba al mismísimo dios Apolo (faltaría más), así que salió en su
persecución y cuando ya estaba alcanzando la túnica de su amada, ésta invocó a
su padre para que la ayudara a librarse del acoso e inmediatamente, su cuerpo
se llenó de cortezas y sus dedos y manos se transformaron en ramas y sus pies
se hundieron en la tierra transformándose en raíces, y quedó transformada en un
laurel. Apolo, que verdaderamente estaba enamorado de ella, al ver al objeto de
su amor convertido en un árbol, se hizo una corona con sus ramas y desde
entonces siempre llevaba una puesta, como recuerdo de su amada."
Qué
historia más bonita, verdad? el laurel se convirtió en un árbol sagrado para
los dioses y los griegos lo utilizaban en las fiestas en su honor, al
pasar el culto a Roma, a los vencedores en los deportes, a los
héroes, y a los poetas se les ponía una corona de laurel, Julio Cesar
siempre portaba una corona de laurel en su cabeza. Esta costumbre ha perdurado
en los tiempos, la corona de Napoleón representaba una corona de laurel. En la
edad media al finalizar los estudios los jóvenes, doctores, eran
coronados con los frutos de este árbol "bacca lauri" de
donde procede la palabra bachillerato
A Dafne ya los brazos le
crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían.
De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían.
De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!
Soneto número XIII de Garcilaso de la Vega.
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